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Verificado por Psychology Today

Suicidio

¿Qué pasa si mencionas el suicidio en terapia?

Los especialistas en salud mental están entrenados para navegar discusiones sobre el autodaño.

Monkey Business Images/Shutterstock
Fuente: Monkey Business Images/Shutterstock

La primera vez que Andrés vino a mi oficina en busca de tratamiento, le hice muchas preguntas sobre sus antecedentes, sus síntomas, sus fortalezas y sus metas. Y luego llegué a la pregunta estándar sobre el suicidio: “¿piensas que sería mejor si murieras o desearías estar muerto?

Andrés reflexionó y luego respondió: “no...no realmente”.

“¿No realmente?” Le pregunté porque intuía que había más que decir.

Andrés desvió la mirada y suspiró. Luego explicó que en sus puntos más bajos a veces siente que tal vez sería mejor si muriera, y que a veces había deseado poderse ir a dormir y nunca despertar. Pasé algo de tiempo evaluando qué tan serio era el riesgo de que Andrés terminara con su propia vida y concluí que el riesgo era bajo. Hicimos un plan para que Andrés pudiera monitorear y manejar sus pensamientos suicidas.

Al final de la reunión, Andrés me dijo que se sentía aliviado porque no exageré respecto a sus pensamientos ocasionales sobre querer morir, “pensé que querrías encerrarme” confesó “por eso no lo dije al principio. Pero luego pensé que deberías saber”.

Andrés no está solo en el temor de revelar pensamientos suicidas. Muchas personas con las que he trabajado han expresado un mismo sentido de alivio de que podamos hablar sobre suicidio sin convertirlo automáticamente en una emergencia. Desafortunadamente, el temor por la posible respuesta del terapeuta, basado en una experiencia propia o en lo que han escuchado, podría desalentar a las personas de buscar tratamiento si han tenido pensamientos suicidas. De manera similar, una persona en terapia podría ocultar sus pensamientos sobre desear la muerte, como hizo Andrés al principio.

También podría ser que una persona sienta vergüenza por sus pensamientos suicidas porque cree que representan un fracaso personal cuando, en realidad, estos pensamientos son una respuesta bastante común a angustias intensas. Si la persona no se siente libre de hablar abiertamente sobre estos pensamientos en terapia, es probable que no tenga un lugar dónde discutirlos. Lo más preocupante es que elegir no buscar tratamiento por esta razón podría evitar que la persona busque la ayuda que necesita, incrementando así el riesgo de llevar a cabo esos pensamientos suicidas. Los médicos generalmente consideran que es una señal positiva cuando un paciente revela sus pensamientos de desear morir; es mucho más preocupante cuando una persona suicida no dice nada y permanece así en un mayor riesgo.

Mientras que las especificaciones varían entre los profesionales de la salud mental, el enfoque estándar para discutir el suicidio incluye preguntar acerca de:

  • Pensamientos sobre querer morir o creer que sería mejor estar muerto (conocido como “ideación suicida pasiva”).
  • Pensar en realmente llevar a cabo un suicidio o en hacerse daño.
  • Un deseo de matarse.
  • Un plan para matarse.
  • Los pasos que una persona ha dado para prepararse para el suicidio (por ejemplo, regalar sus pertenencias).
  • Acceso fácil a los medios para suicidarse (por ejemplo, poseer un arma).

Obviamente, los pasos posteriores representan un nivel más serio de riesgo; muchas más personas habrán tenido pensamientos pasajeros sobre ya no querer estar en el mundo versus formular un plan real de suicidio. Además, el médico preguntará sobre las razones que podrían tener para no quitarse la vida, como “nunca podría hacerle eso a mis hijos”.

La severidad del riesgo determinará el curso de acción. Un alto nivel de riesgo para la persona podría requerir hospitalización para garantizar su seguridad. Cuando el médico concluye que no hay emergencia, probablemente desarrollarán un plan de seguridad (Stanley y Brown, 2012) con el paciente. El plan incluirá maneras en las que la persona podría manejar los impulsos y pensamientos suicidas, ordenados en una serie de pasos.

  • Paso 1: Identificar las señales de advertencia, pensamientos, sentimientos, comportamientos o situaciones, que incrementan el riesgo de suicidio. Por ejemplo, una persona podría reconocer el pensamiento: “sería mejor si muriera”. La presencia de señales de advertencia lleva al Paso 2.
  • Paso 2: Uso de estrategias de afrontamiento que no requieren contactar a nadie más, como escuchar música relajante o hacer ejercicio. La ventaja de estos enfoques es que siempre están disponibles. Si no son suficientes para evitar la crisis, hay que pasar al paso 3.
  • Paso 3: Contactar a personas que puedan brindar distracción y alivio, no necesariamente personas con quienes hablar de los pensamientos suicidas, sino gente con quienes la persona disfruta estar. El plan incluirá una lista de los nombres de las personas y su información de contacto, así como escenarios sociales que podrían brindar una distracción (por ejemplo, ir al centro comercial).
  • Paso 4: De ser necesario, se contacta a un amigo o familiar específicamente para pedir ayuda. Esto es más intensivo que el paso anterior, porque involucra revelar los pensamientos propios de suicidio. El plan de seguridad incluirá los nombres e información de contacto de múltiples personas que podría contactar el individuo.
  • Paso 5: Contactar a profesionales o agencias, incluyendo al propio psiquiatra u otros profesionales de la salud mental, si aplica. También puede incluir servicios locales de atención urgente e instalaciones de tratamiento las 24 horas del día.

También es importante mantener el ambiente tan seguro como sea posible, como no tener acceso fácil a los medios para suicidarse (por ejemplo, una reserva de medicamentos potencialmente letales). Finalmente, el plan listará las cosas más importantes para la persona, lo que hace que valga la pena vivir.

Muchos médicos pueden haber sido entrenados (como yo, inicialmente) para obtener un “contrato de seguridad” o un “contrato de no suicidio” por parte de su paciente, lo que en escencia es una “promesa” por parte del paciente de que no intentará suicidarse. Sin embargo, esos contratos obviamente no pueden ejecutarse, y hay evidencias mínimas de que reducen los riesgos de suicidio. Como señalan Stanley y Brown (2012), estos contratos tampoco incluyen un plan para que la persona reduzca sus posibilidades de lastimarse. Además, pueden interferir con la relación en la terapia, especialmente si el paciente se siente obligado a firmar el contrato. Los pacientes también podrían sospechar, tal vez correctamente, que el contrato busca proteger más al terapeuta que al paciente.

En contraste, formular un plan de seguridad en conjunto puede fortalecer el lazo entre el terapeuta y el paciente, conforme colaboran hacia una meta compartida de mantener al paciente seguro para que pueda continuar el trabajo de sanación. También es un enfoque empoderador ya que incluye al paciente en la planeación y toma de decisiones en un momento en el que la persona está particularmente vulnerable y podría temer una pérdida automática de libertad y autonomía al mencionar la palabra “suicidio”.

Los profesionales de la salud mental deben entrenar para responder con confianza y compasión cuando una persona menciona que ha pensado en suicidarse.La respuesta debería incluir una discusión colaborativa para determinar el nivel de riesgo y el desarrollo de un plan de seguridad.

Si has tenido pensamientos suicidas o te preocupa tu seguridad, por favor habla con alguien de confianza.

Para encontrar psicólogos cerca de ti que pueden ayudar, consulta el directorio de Psychology Today.

Crédito de la imagen de LinkedIn: Photographee.eu/Shutterstock

A version of this article originally appeared in Inglés.

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Acerca de
Seth J. Gillihan PhD

El Dr. Seth J. Gillihan, es un psicólogo con licencia y autor especializado en la Terapia Cognitivo Conductual (TCC).

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