No es necesario estar de acuerdo para tener armonía en una relación

Source: Joanna Nix Walkup/Unsplash

Jaime y Anna vinieron a verme debido a una gran pelea en la que se vieron envueltos. El problema era el dinero, sobre el cual supe que habían estado discutiendo durante años, sin resolución. Sin embargo, a los pocos minutos, quedó claro que el dinero no era su único problema real. Tenían ideas y valores muy diferentes sobre el dinero, diferentes narrativas sobre su importancia y significado, y su representación.

Mi trabajo con Anna y Jaime no fue solo mediar en su lucha actual y en curso, sino crear una armonía relacional entre ellos, para ayudarlos a estar juntos de una manera que fuera realmente armoniosa. Entonces, ¿qué es la armonía en una relación? Usualmente usamos la palabra para describir una relación en la que las personas parecen felices y las interacciones son fáciles y relativamente libres de conflictos. Consideramos a dos personas en armonía cuando encajan como notas concordantes en un agradable acorde musical. Y sí, todo esto es cierto; tales relaciones son armoniosas. Pero hay un elemento de armonía relacional, que puede ser el más importante y definitorio, que malinterpretamos profundamente y que causa gran parte de nuestra infelicidad en las relaciones.

Debido a que pensamos en la armonía como un acuerdo entre dos personas, gastamos nuestra energía tratando de llegar a un acuerdo sobre alguna versión de lo que es verdad. Luchamos hasta determinar una realidad compartida. Sin duda, estar de acuerdo con la versión de la verdad de otra persona, sus ideas, valores y sistemas de creencias, ciertamente facilita las cosas en una relación. Pero, de hecho, la armonía emocional, mental y espiritual profunda y duradera requiere algo más que estar de acuerdo en una experiencia compartida.

La armonía en una relación significa comprensión; no necesitamos estar de acuerdo en estar en armonía, pero debemos estar dispuestos a comprender la experiencia de otra persona y realmente escuchar su verdad.

Desde que nacemos, estamos condicionados a creer que nuestros pensamientos, opiniones y creencias nos definen, que son quienes somos. Al mismo tiempo, creemos que nuestros pensamientos son verdaderos, pero no solo verdaderos, fundamentalmente verdaderos, es decir, La Verdad. Si alguien no está de acuerdo con nosotros o experimenta algo de manera diferente, puede sentir que nuestra identidad o nuestra propia existencia está siendo amenazada. ¿Cómo podemos existir en armonía con esta otra persona si no está de acuerdo con nosotros y no ve las cosas como nosotros? Esto implica que no están de acuerdo con quiénes somos, lo que significa que no puede haber armonía entre nosotros, y quizás lo más importante, dentro de nosotros mismos. Debemos lograr que esta otra persona esté de acuerdo con nosotros y con nuestra experiencia; debemos ganar la batalla de cuya versión de la realidad es verdadera para que podamos sentirnos mejor y encontrar la armonía nuevamente, al menos temporalmente.

Volviendo a nuestra pareja, Anna y Jaime estaban en un estado de falta de armonía cuando vinieron a verme por primera vez, no porque no estuvieran de acuerdo con el papel que debería jugar el dinero en su relación, sino porque no estaban dispuestos a escuchar o incluso intentar escuchar y comprender la experiencia de cada uno en torno al dinero. Estaban enfrascados en una lucha brutal para determinar de quién era la versión de la realidad correcta, de quién se iba a permitir que la experiencia existiera como válida y real. Y estaban en mi oficina para que yo sirviera como árbitro en su batalla y le otorgara a uno de ellos la insignia de la verdad. Como en, tú ganas... ¡esto es lo que debería significar el dinero! Esta pareja no necesitaba ponerse de acuerdo sobre quién tenía razón, ya que ambos tenían razón, y las experiencias de ambos importaban, sino más bien, necesitaban aprender a escucharse y comprender la verdad del otro, a coexistir en desacuerdo y simultáneamente, en armonía.

La armonía en una relación, ya sea romántica, platónica, profesional, familiar o de cualquier otro tipo, surge de nuestra voluntad de comprender la verdad de otra persona, sin juzgarla ni defendernos, para dejar que su verdad sea verdadera para ellos y, por lo tanto, verdadera. La armonía nace de nuestro deseo de saber genuinamente cómo se ve y se siente la realidad de otra persona, a través de sus ojos y corazón, no los nuestros. Para comprender su verdad más allá de lo que pensamos de ella.

La armonía florece cuando tenemos el coraje de dejar de escuchar la experiencia de otra persona únicamente a través del lente de lo que significa para nosotros y sobre nosotros. Como la gracia, aparece cuando escuchamos para conocer a otro ser humano, no como existe en relación con nosotros, sino como es.

En el nivel más profundo, la armonía en una relación no significa que estemos de acuerdo entre nosotros sobre el contenido de la vida, sobre lo que debería o no debería ser, lo que pasó o no pasó. En otras palabras, lo que es cierto. Sin embargo, sí significa que compartimos la intención de entendernos y conocernos, de acuerdo, en desacuerdo y todo lo demás.

Al servicio de nuestro deseo de armonía, podemos comenzar por aprender a hacer preguntas armoniosas: ¿cómo es esto para ti? ¿cómo experimentas esto? ¿qué significa esto para ti? Y no solo hacer las preguntas, sino dejar a un lado tu yo y tus opiniones el tiempo suficiente para escuchar y prestar atención realmente a las respuestas. Y... dejarlas ser.