Toma de decisiones
No te estreses por las decisiones pequeñas
Si tienes dificultades para tomar decisiones, puedes aprender cuáles valen la pena.
19 de septiembre de 2024 Revisado por Tyler Woods
Los puntos clave
- A muchas personas les cuesta tomar decisiones, incluso cuando no valen la pena.
- Algunas decisiones pequeñas pueden parecer más difíciles precisamente cuando no importan.
- Esto se debe a una ley psicológica fundamental: distinguir opciones similares lleva más tiempo.
- Aprender a reconocer las dificultades que no valen la pena te ahorrará tiempo.
Las decisiones toman tiempo. Elegir un nuevo apartamento o decidir si cambiar de trabajo son problemas con muchas dimensiones que hay que sopesar cuidadosamente. Hay métodos para tomar mejores decisiones y errores que hay que evitar (sobre todo: no te fíes de tu instinto para eso). Sin embargo, también tomamos muchas pequeñas decisiones cada día. Algunas las tomamos una y otra vez, como qué cenar o qué ropa ponernos. Otras ocurren con menos frecuencia, pero siempre hay una que espera que decidas: si cambiar un electrodoméstico, en qué hotel reservar para tus vacaciones, etc.
Las pequeñas decisiones también llevan tiempo. Sin embargo, paradójicamente, las pequeñas decisiones que pueden consumir una mayor parte de tu tiempo pueden ser las que menos importan. Esto se debe a una ley psicológica fundamental: cuando eliges entre dos opciones, tu cerebro necesita más tiempo (y comete más errores) si las opciones son más similares. Esto tiene sentido si piensas en las decisiones como problemas en los que quieres encontrar qué opción es mejor. Si te pregunto cuál de las dos pantallas de ordenador es más grande, pero son casi idénticas, tendrás que mirar más de cerca y prestar atención, y te llevará algún tiempo. Pero si una es diminuta y la otra enorme, lo sabrás inmediatamente, sin ningún esfuerzo.
Esforzarse cuando no es importante
Lo mismo ocurre con las decisiones. Imagina que tienes que elegir entre dos hoteles para tus vacaciones en la playa. El primero cuesta 50 dólares menos por noche que el segundo, pero está a 600 metros más lejos de la playa. Por lo demás, son muy similares en calidad. A menos que odies caminar, probablemente no dudes mucho en reservar el hotel más barato. Estás lejos de ser indiferente, por lo que la decisión es fácil y la tomarás rápidamente (si este ejemplo no te funciona, piensa que el primer hotel es 100 dólares más barato).
Ahora, supongamos que el primer hotel cuesta solo 5 dólares menos por noche y está a solo 200 metros más lejos de la playa que el segundo. Las diferencias son pequeñas. ¿Merece la pena? A tu cerebro le resulta más difícil esta decisión y necesitará más tiempo para tomarla. Este “efecto cronométrico” se ha demostrado en la toma de decisiones. En un estudio publicado en el Journal of Risk and Uncertainty en 2022, mi coautor Michele Garagnani y yo estimamos las actitudes hacia el riesgo de un gran grupo de tomadores de decisiones en el laboratorio. Por ejemplo, ¿prefieres cinco posibilidades sobre diez de ganar 16 dólares, u ocho posibilidades sobre diez de ganar 10 dólares?
A continuación, utilizamos esas actitudes de riesgo (los economistas hablan de “preferencias”) para estudiar los errores y los tiempos de respuesta a las nuevas decisiones. Los resultados fueron que, cuanto más cerca estaban las personas de ser indiferentes, más errores cometían y más tardaban en decidir. Lo mismo ocurrió en otro estudio sobre decisiones más sencillas que publicamos en el Journal of Economic Behavior and Organization el mismo año.
Así es como funciona el cerebro humano, pero es paradójico. Si estás eligiendo entre dos opciones que son casi exactamente igual de valiosas para ti, lo que elijas no importa mucho, porque la diferencia entre ellas es pequeña. En la jerga de la teoría de la decisión, el “coste de oportunidad” es bajo. Y, sin embargo, las personas dedican más tiempo a decisiones que importan menos. En un estudio sobre la toma de decisiones publicado en Proceedings of the Royal Academy, Oud et al. (2016) pidieron a los participantes que tomaran muchas decisiones, pero les dieron muy poco tiempo para hacerlo. Las decisiones que no tomaban a tiempo las tomaba la computadora al azar, lo que significaba que había muchas posibilidades de que se quedaran con cosas que no les gustaban. Como era de esperar, la gente cometía muchos errores y dejaba muchas decisiones al azar. Pero, cuando se les pedía que tomaran una decisión cuando se demoraban mucho, en realidad tomaban más decisiones y mejores. ¿Por qué? La gente tardaba más en tomar decisiones que importaban menos. Pedirles que las acortaran les ahorraba un tiempo valioso, a un bajo costo.
¿Se te dificulta una decisión pequeña? Lanza una moneda
La moraleja de la historia es que, al menos en el caso de las pequeñas decisiones, si te encuentras en apuros, puede ser porque no importan. Así que haz algo y deja de preocuparte. Una vez más, esto no es cierto para decisiones complejas como elegir el colegio de tu hijo. Esas decisiones llevan tiempo porque tienes que sopesar cuidadosamente una gran cantidad de factores diferentes. Pero si estás decidiendo si pintar tu cocina de blanco marfil o blanco mármol, o si irte de vacaciones la primera o la segunda semana de agosto, y te encuentras en apuros, probablemente estés perdiendo el tiempo.
La clave es reconocer cuándo tus dificultades surgen de ti y cuándo surgen de la falta de información. Si ya sabes todo sobre dos electrodomésticos y te encuentras yendo y viniendo de uno a otro, eres indiferente. Tira una moneda, compra uno y usa tu tiempo para algo más gratificante. Si estás eligiendo entre dos modelos de coche y te cuesta porque no sabes cosas importantes como el kilometraje o lo caras que serán las reparaciones, necesitas más información.
También puedes intentar deshacerte de algunas decisiones diarias. Hay anécdotas muy conocidas de científicos y directivos que poseen cinco conjuntos de ropa idénticos para no perder el tiempo decidiendo qué ponerse los días de semana. Esto es extremo, pero podrías elegir un ciclo semanal y vestir siempre el mismo color (o visitar el mismo restaurante) los martes.
Una advertencia: si intentas evitar todas las pequeñas decisiones, puedes caer en una trampa llamada inercia de decisión, que consiste en hacer siempre lo mismo sin reaccionar a los cambios en tu entorno. Puedes evitarlo revisando tus rutinas de vez en cuando, por ejemplo cada pocos meses.
A version of this article originally appeared in English.