Toma de decisiones
¿Chocolate o fresa? ¿Vida o muerte? Tomamos algunas decisiones rápida y automáticamente, confiando en los atajos mentales que nuestros cerebros han desarrollado a través de los años para guiarnos hacia el mejor curso de acción. Entender esas estrategias, como maximizar contra satisfacer, los pensamientos rápidos contra los lentos y factores como tolerancia a los riesgos y sobrecarga de elecciones, pueden llevar a mejores resultados.
Al tomar una decisión, formamos opiniones y elegimos acciones mediante procesos mentales influenciados por sesgos, razonamientos, emociones y recuerdos. El simple hecho de decidir respalda la noción de que tenemos libre albedrío. Valoramos los beneficios y costos de nuestra elección y luego lidiamos con las consecuencias. Los factores que limitan la capacidad de tomar buenas decisiones incluyen información incompleta o faltante, fechas límite urgentes y recursos emocionales o físicos limitados.
Cuando las personas están en una situación familiar, sus decisiones suelen ser rápidas y automáticas, con base en experiencias de hace tiempo con lo que funciona y con lo que no. Sin embargo, cuando se encuentran con una situación en la que nunca han estado antes, tienen que tomarse el tiempo de medir los beneficios y riesgos potenciales al elegir una vía de acción. Tienen más probabilidades de cometer errores y enfrentarse a consecuencias negativas.
La capacidad de pensar críticamente es clave para tomar buenas decisiones sin sucumbir a errores o sesgos comunes. Esto significa no escuchar solamente al instinto, sino también entender qué conocimiento nos hace falta y obtenerlo. Cuando observamos todas las fuentes posibles de información con una mente abierta, podemos tomar una decisión informada basándonos en hechos y no en intuición.
Un enfoque satisfactorio en la toma de decisiones involucra conformarse con un buen resultado, incluso si tiene defectos. El enfoque de maximizar, por otro lado, espera a que las condiciones sean tan perfectas como sea posible para minimizar riesgos potenciales. Las personas que toman buenas decisiones saben que es importante actuar inmediatamente, cuando no hay tiempo de espera y no es necesario reunir más datos antes de tomar su decisión.
¿Cómo elegimos entre dos o más opciones que parecen igualmente atractivas en la superficie? La toma de decisiones usualmente involucra una mezcla de intuición y pensamiento racional; los factores críticos, incluyendo los sesgos personales y nuestros puntos ciegos, suelen ser inconscientes, lo que dificulta operar o dominar la toma de decisiones.
Sin embargo, hay pasos que pueden ayudar a garantizar que las personas tomen excelentes decisiones consistentemente, por ejemplo reuniendo tanta información como sea posible, considerando todas las posibles alternativas, así como sus beneficios y costos colaterales, y tomándose el tiempo para tomar las decisiones más grandes.
En la vida, usualmente no hay una decisión "correcta". Al estar rodeados por una abundancia de opciones, es fácil experimentar parálisis de decisiones o sentirnos menos satisfechos con nuestras decisiones. Podemos llegar a culparnos cuando en realidad estamos atravesando por una "sobrecarga de elecciones". La clave es encontrar maneras que simplifiquen nuestra decisión y no engancharnos con todos los caminos que no tomamos.
La toma de decisiones puede ser estresante y el seguimiento es esencial. Probablemente necesitaremos aceptar que el pánico, el miedo y la falta de autoconfianza suelen ser parte del proceso de toma de decisiones. Es crucial dormir bien para poder pensar claramente. Hay que intentar mantener nuestras prioridades en orden, balancear cuidadosamente los pros y los contras, comprometerse con una decisión y luego darle seguimiento.
Lo más importante es hacer una pausa durante el proceso de toma de decisiones para evitar elecciones impulsivas. Estar conscientes de las estrategias comunes de ventas como los empujones y el efecto del señuelo, que introducen una opción truculenta para lograr que los individuos tomen ciertas decisiones. Reunir tanta información como sea posible y no permitir que los deseos de otros dicten la decisión.
El campo de la economía conductual demostró que las personas no siempre son racionales cuando se trata de tomar decisiones. Afortunadamente, la mayoría de las elecciones personales y profesionales tienen pocas o ninguna consecuencia negativa. Sin embargo, a veces una persona tiene que tomar una decisión que tendrá un impacto profundo en su futuro, desde con quién casarse hasta dónde vivirá y cómo manejará su carrera profesional. En estos casos, es importante evitar las trampas comunes que pueden llevar a una mala toma de decisiones. Estas pueden incluir investigar muy poco o demasiado, confundir las opciones con hechos, la fatiga de decisiones, el fracaso para aprender de errores pasados, y más.
Lo primero es no intentar hacerlos tomar la decisión que nosotros tomaríamos, o empujarlos para que actúen rápidamente si están vacilando sobre una decisión importante. En lugar de eso, debemos ayudarles a cultivar cualidades de la mente que les serán útiles más allá de este momento, y alentarlos para que consideren todas las opciones, sencillamente mediante preguntas respetuosas.
Usualmente, la gente lleva a cabo dos tipos de racionalización: prospectiva y retrospectiva. La racionalización prospectiva se refiere a racionalizar una decisión antes de hacerla, mientras que la racionalización retrospectiva se refiere a racionalizar una decisión después de tomarla.
Alrededor del año 2000, Barry Schwarz creó la frase de paradoja de elección para describir el hecho de que los consumidores americanos tienen tantas elecciones que con frecuencia pierden el tiempo y espacio mental dudando y comparando diferencias triviales.
Cuando una gran cantidad de personas están involucradas en tomar una decisión el pensamiento grupal termina por usurpar al proceso de toma de decisiones. El pensamiento grupal es cuando individuos bien intencionados toman elecciones pobres o irracionales por un deseo de adaptarse o evitar desacuerdos. Como resultado, los miembros de un grupo se sienten presionados a ignorar consideraciones éticas y evitar expresar dudas y preocupaciones naturales.