Todo el mundo tiene un rico paisaje interior contorneado por emociones; no solo dan significado y color a la experiencia cotidiana, sino que las emociones comúnmente influyen en la toma de decisiones. Pueden ser la guía más antigua de la humanidad sobre cómo satisfacer las necesidades básicas.
Sin embargo, la ciencia no tiene muy claro qué son las emociones. Ya sean reacciones innatas, genéticamente determinadas, cada una con su propio mecanismo; patrones de respuesta a los estímulos, cada uno claramente grabado en los circuitos neuronales; o las interpretaciones en el momento de la experiencia es un tema de intenso debate.
Muchos expertos hoy en día creen que las emociones son estados mentales breves que surgen de la interpretación consciente de la mente de las sensaciones corporales que ocurren automática e inconscientemente en respuesta a los estímulos en un entorno en constante cambio como una forma de regular la excitación, dirigir la atención y motivar el comportamiento. Por lo general, se reflejan en la postura y las expresiones faciales, incluso se cree que funcionan como un sistema de comunicación silencioso con los demás al servicio de satisfacer las necesidades de uno.
Las emociones son una fuente de información rápida e ineludible sobre cómo mantenerse a salvo, sobrevivir y prosperar en un entorno en constante cambio. La emoción está estrechamente relacionada con la actividad motora (ambas están mediadas por el sistema nervioso autónomo) y se cree que motivan una respuesta conductual. La emoción del miedo, por ejemplo, estimula una respuesta de retirada sin necesidad de pensar.
Se cree que las emociones se originan en la amígdala, ya que codifica la naturaleza de los estímulos entrantes. A través de conjuntos de circuitos bidireccionales, la corteza prefrontal, la sede de la toma de decisiones, recibe e interpreta señales emocionales provenientes de la amígdala, orquestando una respuesta e influyendo en el estado general de reactividad de la amígdala.
Si bien todas las emociones son importantes y sirven como fuente de información, las emociones generalmente se clasifican como positivas o negativas. Las emociones positivas incluyen felicidad, amor y orgullo; fomentan una sensación de expansión y crecimiento psicológico. Las emociones negativas incluyen el miedo, la ira, la tristeza y el asco; crean incomodidad como una forma de advertirnos para que atendamos algo importante.
Los científicos distinguen entre sentimientos y emociones, aunque a veces usan coloquialmente los dos términos indistintamente. Las emociones se consideran las reacciones corporales automáticas e inconscientes a los estímulos, mientras que los sentimientos son las interpretaciones conscientes, subjetivas y mentales que hacemos de esos cambios físicos. Se piensa que las emociones son universales, experimentadas por todas las personas de la misma manera. Los sentimientos, por otro lado, se cree que difieren hasta cierto punto entre las culturas, con algo de aprendizaje cultural involucrado.
La capacidad de ejercer control sobre nuestro estado emocional requiere una serie de habilidades cognitivas, para cambiar los pensamientos o los comportamientos de uno, para evitar que la emoción se lance o para evitar que se exprese. La mayoría de las veces, la regulación de las emociones es útil para regular a la baja o amortiguar la intensidad de las emociones negativas, como la ira, la decepción o la ansiedad. Un repertorio saludable de habilidades de regulación emocional evita que las personas se comporten de manera contraproducente cuando están emocionalmente activadas. Son especialmente esenciales para el mantenimiento de las relaciones sociales.
Autoconciencia: darse cuenta de lo que se siente y poder nombrarlo; la aceptación emocional, en particular aceptar la incomodidad de las emociones negativas sin juzgarlas ni tomar medidas para cambiarlas, y la reevaluación cognitiva, reformular un evento negativo como uno más positivo, son componentes clave de la regulación emocional. Finalmente, distanciarse: ganar perspectiva al ver la situación “como una mosca en la pared” también puede ser un enfoque útil.
Debido a que las emociones son importantes y estimulan gran parte del comportamiento humano, las personas se benefician de la capacidad de ser conscientes, controlar y expresar bien sus emociones, lo que los psicólogos pioneros Peter Salovey de Yale y John Mayer de la Universidad de New Hampshire consideraron inteligencia emocional. Propusieron la idea de que las personas podrían refinar su capacidad de razonar con y sobre las emociones y desplegarla para promover sus objetivos personales y sociales, manejar bien las relaciones y promover el afrontamiento y la creatividad.
El Centro de Inteligencia Emocional de Yale identifica cinco habilidades componentes de la inteligencia emocional: reconocer, comprender, etiquetar, expresar y regular las emociones. Reconocer y comprender las propias emociones, a su vez, depende de la autoconciencia. El manejo de las emociones, especialmente las difíciles, es una habilidad tan crítica, según los investigadores, que es un pilar fundamental del éxito en la vida. Otra faceta clave de la inteligencia emocional es la empatía, la capacidad de reconocer, comprender y compartir los pensamientos y sentimientos de los demás; el éxito de las relaciones a largo plazo depende de ello.
Si se mantienen, las emociones negativas generalmente se asocian con efectos fisiológicos perjudiciales. El estallido rápido de excitación fisiológica que generalmente interpretamos como ira, por ejemplo, es importante para motivar la búsqueda de justicia, pero si es sostenido o crónico, el aumento del ritmo cardíaco, aumento de la presión arterial, aumento del flujo sanguíneo a los músculos en preparación para la acción, aumento de la temperatura corporal y la transpiración de la piel pueden dañar el cuerpo, promover la inflamación y aumentar el riesgo cardiovascular.
Las emociones humanas básicas tienen expresiones faciales características que las personas están preparadas para reconocer, incluso desde la distancia: la sonrisa de felicidad, los ojos muy abiertos y la boca abierta de sorpresa, la boca hacia abajo de tristeza, las cejas fruncidas y el rostro enrojecido de ira, el nariz arrugada de asco. Detectar las emociones de los demás no solo proporciona una guía sobre cómo uno debe actuar o reaccionar para ser efectivo; puede ser una habilidad de supervivencia francamente.
Las personas pueden enmascarar sus emociones, y percibir con precisión las emociones de los demás depende no solo de detectar su expresión facial, sino también los breves destellos de emoción conocidos como microexpresiones. Reconocer los patrones posturales y los gestos no verbales que acompañan a la expresión emocional puede aumentar la precisión. Pero quizás lo más revelador de todo, según muestran estudios recientes, son los signos vocales de los estados internos.
Existe evidencia de que la voz es una herramienta especialmente poderosa para expresar emociones, y los investigadores han identificado distintas firmas de audio de 24 emociones, desde la ira (gruñidos y fuertes estallidos entrecortados) y el asombro hasta la simpatía y el triunfo. Si bien muchas investigaciones anteriores se han centrado en la apariencia de las emociones, los sonidos resultan ser tan perceptibles que la forma más precisa de identificar las emociones es escuchar con los ojos cerrados.