La disolución de un matrimonio casi siempre es un evento angustiante, en el mejor de los casos está marcado por decepción y la pérdida de sueños y expectativas.
Además, hay retos prácticos, emocionales, parentales y financieros que requieren tiempo, energía y cambios en las responsabilidades. Pueden pasar años antes de que las personas recobren el equilibrio. No obstante, el divorcio tiene una función importante legal y emocionalmente.
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Uno de los eventos más significativos del siglo XX fue un cambio en los papeles que las mujeres podían asumir en la vida pública y privada, lo que le permitió a las mujeres más oportunidades de estar satisfechas y felices. Con un cambio en los papeles dentro y fuera de la casa vino un movimiento necesario, y con frecuencia contencioso, como la división de las responsabilidades dentro de la casa, uno de los muchos factores que alimentaron el altamente publicitado incremento en los índices de divorcio y la liberalización de las leyes de divorcio.
Por mucho tiempo, la infidelidad ha sido la causa principal de divorcio, junto con los problemas financieros. Pero una de las consecuencias de las actitudes liberalizadas al divorcio es una importante adición a esa lista: la búsqueda de cercanía emocional. Los individuos actualmente tienen altas expectativas de satisfacción en una relación.
Las investigaciones sugieren que las razones comunes para un divorcio incluyen falta de intimidad, falta de compromiso, infidelidad e incompatibilidad básica. Otras causas prevalentes son conflictos constantes, diferencias financieras, adicción y abuso. Muchas personas articulan la raíz de su divorcio como una traición, ya sea de expectativas, esperanzas o sueños para el matrimonio.
Un terapeuta puede ayudar a tomar la decisión explorando los problemas a los que se está enfrentando la pareja, identificando si se pueden resolver esos problemas o no, creando una imagen realista de cómo sería la vida después, y la manera en la que los hijos, si los hubiera, podrían resultar afectados o cómo protegerlos. En el proceso de responder a estas preguntas suele surgir un momento de claridad.
Esta puede ser una de las conversaciones más difíciles y dolorosas, así que vale la pena tomarse el tiempo para prepararse. Es importante ser honestos, directos y firmes; evitar culpar, gritar o estar a la defensiva. Es útil hacer un plan sobre cómo podrían vivir juntos a corto plazo. Debemos reconocer las emociones de la otra persona y permitirle procesar el cambio antes de contárselo a los demás.
El índice de divorcios es sorprendentemente difícil de medir, pero la famosa estadística del "50 por ciento" probablemente es una estimación exagerada. Algunos estiman que el índice de divorcio está alrededor del 42 al 45 por ciento. Los factores demográficos y socioeconómicos ligados a una menor probabilidad de divorcio incluyen un nivel educativo más alto, casarse a una edad más avanzada y no haberse divorciado anteriormente.
El divorcio es un proceso tanto emocional como legal y requiere de valor iniciar el proceso de separación. Un miembro de la pareja o los dos puede sentirse inundado por dudas. Ambos necesitan un grupo de habilidades para resolver los conflictos inevitables y decepciones que surgen.
Durante un divorcio, dos personas deben aceptar el fracaso de una relación, configurar sus vidas emocional y, usualmente, económicamente independientes y poner la relación firmemente en el pasado. Es importante comprender y aceptar el papel que cada persona tuvo en el fracaso de la relación. Las parejas que se están divorciando suelen encontrar útil formular reglas de comportamiento para limitar el contacto entre los dos. La perspectiva externa de un consejero profesional puede resultar especialmente benéfica.
Eventualmente, la turbulencia emocional se tranquiliza y se vuelve posible, y necesario, incorporar una historia ricamente detallada de la relación, su fracaso, el divorcio y el crecimiento emocional resultante a la identidad propia. Muchos exes encuentran útil adoptar algún tipo de ritual, como un intercambio de cartas o regalos, para marcar el final, reconociendo su pasado juntos y avanzando hacia un futuro separados.
Un divorcio puede llevar a pérdidas profundas y sorprendentes. Para los padres, pasar menos tiempo con sus hijos suele ser lo más difícil, además del compañerismo al compartir los éxitos y decepciones de un niño. Algunas personas sienten que han perdido a su mejor amigo, tradiciones familiares, seguridad financiera y una visión del futuro. Reconocer estas pérdidas es el primer paso para sanar.
Puede ser increíblemente difícil dejar ir el enojo que a veces acompaña al rechazo y divorcio. La gente puede resistirse a seguir adelante porque no están listos para desapegarse de su sufrimiento. Dejar ir el enojo significa dejar ir la esperanza de que la otra persona alguna vez sentirá remordimiento, verá su perspectiva y volverá.
El primer paso es aceptar que el divorcio está sucediendo, incluso si no fue nuestra elección. Hay que esforzarse por superar las emociones negativas, tal vez escribiendo un diario, hablando con amigos, grupos de apoyo para divorciados o terapia, antes de empezar los procesos legales. Evitar ir a un juicio en medida de lo posible. Finalmente, hacer un esfuerzo por perdonar, tanto al ex como a nosotros mismos.
El divorcio usualmente rompe un hogar y sus rutinas. Los niños necesitan garantías de que tanto su madre como su padre todavía los aman y que no serán abandonados. También es importante evitarles conversaciones en las que alguno de los padres denigre al otro por cualquier motivo. Usualmente no es el divorcio en sí lo que lastima a los niños, sino ver a sus padres angustiados y peleando.
Debido a que cada niño reacciona distinto a un divorcio, es mejor ajustar la respuesta parental a cada uno de los niños. Con frecuencia los niños están confundidos, asustados, enojados o decepcionados de sus padres. El estrés de la separación y el reajuste al cambio, especialmente si involucra cambiarse de casa, puede elevar la ansiedad, incrementar la irritabilidad, crear problemas de comportamiento, causar aislamiento social o dificultad para dormir. Puede haber un decaimiento en la atención en el salón de clases y sus calificaciones podrían verse afectadas.
Muchos de los efectos de un divorcio en los niños suelen ser de corta duración y se resuelven en un año o dos. Pero otros pueden durar mucho más y jugar un papel en actitudes posteriores hacia relaciones amorosas.
Las investigaciones muestran que los niños no se ven necesariamente afectados por vivir con un solo padre. Sin embargo, los conflictos familiares pueden llevar a problemas con la salud mental, el autoestima, la escuela y futuras relaciones. Mientras más se esfuercen los padres por reducir el conflicto, mejor estarán los niños.
Hay que decirle a los niños al poco tiempo de tomar la decisión y tener una conversación juntos como familia. Explicarles los hechos importantes para ellos, dónde vivirán, quién los recogerá de la escuela, para que sepan qué esperar. No hay que dejar de subrayar el amor que ambos padres aún sienten por ellos y el hecho de que eso nunca cambiará.
Hay que hablar regularmente con los niños acerca de las emociones que puedan estar experimentando, y aceptar y validar esos sentimientos. Prepararlos para los cambios que vienen, como que uno de los dos se irá de la casa. Mantener un horario, tal vez incluso un calendario en la pared, para que sepan qué esperar y cuándo verán a cada uno de sus padres.
Una co-crianza exitosa involucra proteger a los niños de cualquier conflicto entre los padres, hay que mostrar respeto el uno por el otro delante de los niños y apoyar que tengan una relación con ambos. Mantener una comunicación abierta con la otra persona tanto como sea posible o establecer un horario acordado de co-crianza. Es importante esforzarse por mantener las rutinas, actividades, relaciones y comunidad de los niños.