¿La ansiedad es una enfermedad?
La ansiedad es un estado mental de aprensión normal, necesario y útil sobre lo que podría o no suceder; por lo general, se acompaña de una serie de sensaciones físicas desagradables (nerviosismo, palpitaciones del corazón) para captar nuestra atención. Su función es alertarnos de la posibilidad de peligro e instarnos a hacer los preparativos necesarios para protegernos.
Los episodios ocasionales de ansiedad son completamente normales y uno de los costos inevitables de estar y mantenerse con vida. Sin embargo, a veces las preocupaciones se salen de control. Se intensifican o persisten, sobrepasando la capacidad del cerebro para considerar racionalmente un peligro hipotético. O el cerebro puede quedarse atascado en alerta máxima, representando repetidamente su sesgo hacia la información negativa al buscar catástrofes dondequiera que mire. En esas condiciones, la ansiedad puede obstaculizar el funcionamiento diario o causar angustia innecesaria, momento en el que se denomina trastorno.
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La ansiedad, en la que situaciones normalmente inocuas pueden desencadenar expectativas emocionales negativas descomunales, es una ayuda natural para la supervivencia, una parte fundamental del sistema de defensa humano. Toda persona viva hoy en día es el beneficiario de un cerebro con una capacidad de preocupación lo suficientemente fuerte como para haber permitido la identificación temprana de y haber triunfado sobre las amenazas que surgieron durante eones de existencia humana. En cantidades moderadas, la ansiedad es una bendición para la vida diaria: estimula a las personas a superar los desafíos y aumenta el rendimiento. Los estudios muestran que la ansiedad implica la activación de centros cerebrales específicos, como la ínsula anterior, que aumentan la capacidad de predecir daños futuros y aprender a evitarlos. Las personas difieren naturalmente en el umbral y el grado de activación de los nodos cerebrales que juegan un papel en la ansiedad. La experiencia también puede cambiar la configuración: un historial de daño temprano puede alterar de forma duradera el umbral de reactividad de tales centros cerebrales, lo que hace que las personas sean particularmente propensas a la ansiedad o que se abrumen fácilmente por la preocupación.
La ansiedad se convierte en un trastorno cuando la preocupación por los posibles peligros ("¿me dará COVID-19 si toco el pomo de una puerta?") o los resultados negativos ("si me quedo calvo, ¿mi novia dejará de encontrarme atractivo?") surge de forma imperceptible y sin razón, o es desproporcionada a la situación, o dura más allá de los movimientos para resolver cualquier posible problema, o la preocupación o los síntomas físicos incitan a la persona a evitar situaciones que puedan desencadenar síntomas. Si bien un poco de ansiedad puede aumentar la motivación y el rendimiento, la ansiedad excesiva interfiere con las actividades y el rendimiento, a veces hasta el punto de incapacitar a las personas.
La ansiedad está marcada tanto por signos físicos (corazón acelerado, respiración rápida, dificultad para concentrarse) como mentales (imaginaciones excesivas de escenarios apocalípticos), y los síntomas corporales y los pensamientos preocupantes se alimentan entre sí, creando una espiral viciosa que hace que el pensamiento se sienta difícil de controlar. Esta es una de las grandes ironías de los trastornos de ansiedad: aunque existen tratamientos efectivos, es posible que las personas no busquen ayuda porque se sienten avergonzadas por las cosas que les preocupan.
El sistema de detección de amenazas es una parte básica de nuestros cerebros ancestrales. Para mantenerse con vida, todo animal debe ser capaz de detectar las amenazas planteadas por el medio ambiente y desde el propio cuerpo. El sistema de detección de amenazas, que comienza en la amígdala del cerebro, tiene muchas partes en las que las personas perciben, prestan atención, reaccionan emocionalmente, comprenden y actúan ante las señales de peligros presentes o potenciales. El miedo es la respuesta a amenazas manifiestas. La ansiedad es la reacción normal a las posibles amenazas, cuando el cerebro pensante (la corteza prefrontal) tiene tiempo para descartar o desactivar posibles problemas.
La ansiedad se convierte en una condición clínica cuando hay un mal funcionamiento en cualquier parte del sistema o en los complejos circuitos que los conectan o cuando las precauciones tomadas contra posibles problemas no logran desactivar el sistema de alerta. Por ejemplo, los investigadores encuentran que las personas con trastornos de ansiedad están demasiado orientadas a darse cuenta de las posibilidades negativas (las sombras se convierten en monstruos definitivos, ese ceño fruncido en la cara del jefe significa que estás a punto de ser despedido) y, a menudo, no pueden desviar su atención de ellos.
La neurosis es un término acuñado a finales del siglo XVIII para denotar enfermedades para las que no se pudo encontrar una causa física. Más de un siglo después, tanto Sigmund Freud como Carl Jung popularizaron el término para denotar una amplia clase de funcionamiento psicológico; cubría una variedad de formas en que las personas mantenían el contacto con la realidad pero experimentaban conflictos mentales internos o angustia. En la teoría freudiana, la neurosis es la expresión externa de algunos deseos inconscientes que a menudo se reprimen deliberadamente porque son socialmente inaceptables. El psicoanálisis tenía como objetivo descubrir el presunto conflicto oculto que impulsa la neurosis.
El término ya no tiene ningún significado acordado en el mundo de la salud mental; se descartó oficialmente como término de diagnóstico en 1994. Pero todavía se usa ocasionalmente para denotar una forma en que las personas se involucran en un comportamiento manifiesto que, en última instancia, es improductivo (morderse las uñas, por ejemplo) en respuesta a pensamientos o sentimientos incómodos de los que pueden o no ser conscientes. Tal comportamiento se considera neurótico. El término se superpone más estrechamente con una tendencia a la ansiedad, cuya fuente puede que las personas no siempre sean plenamente conscientes.
Aunque ningún animal muestra todas las características de los problemas de salud mental que heredan los humanos, algunos animales muestran comportamientos (hipervigilancia, por ejemplo) que son análogos a un aspecto u otro de tales trastornos, incluida la ansiedad, o comparten características fisiológicas que son la base de la ansiedad en humanos. El miedo es una emoción estrechamente relacionada con la ansiedad y, como todo dueño de perro ha descubierto durante tormentas eléctricas o exhibiciones de fuegos artificiales, los animales muestran respuestas distintivas a los estímulos de miedo. Pero la ansiedad se caracteriza tanto por características físicas, como nerviosismo y trastornos del sueño, como por características cognitivas, como imaginar la posibilidad de reprobar un examen. Aunque los primates no humanos tienen gran parte de la misma neurobiología que está involucrada en la ansiedad humana, en general, la emocionalidad en todos los animales se infiere de las acciones conductuales.