Estrés
Un poquito de estrés puede hacer funcionar una oficina
Un poco de estrés te ayuda a concentrarte en las cosas correctas: solucionar problemas que otros pasan por alto.
23 de septiembre de 2024 Revisado por Davia Sills
Los puntos clave
- El optimismo constante puede ser contraproducente y evitar conversaciones honestas sobre estrés y desafíos.
- Las personas que se preocupan más suelen identificar señales de advertencia tempranas que otros omiten.
- Un poco de neuroticismo puede ser una fortaleza en puestos en los que anticipar los problemas es crucial.
- Resolver problemas invisibles aporta un inmenso valor, incluso si pasa desapercibido cuando todo marcha bien.
El optimismo está de moda
Los optimistas están muy solicitados, especialmente en el lugar de trabajo. Puede ser agradable trabajar con personas alegres y animadas que alegran el ambiente social con su actitud positiva.
Un ambiente generalmente optimista en la oficina puede mejorar el estado de ánimo de los demás, facilitar la colaboración y promover un entorno creativo y abierto.
Una actitud positiva tiene beneficios claros, pero no todo el mundo está alegre todo el tiempo, y eso está perfectamente bien. Las personas varían en cuanto a la forma en que expresan sus emociones, y no todo el mundo necesita ser muy expresivo para contribuir positivamente.
La teoría de la ampliación y la construcción muestra que las emociones positivas nos ayudan a ver más posibilidades y tomar mejores decisiones. Esto no significa que todo el mundo deba forzar la alegría constante. Un lugar de trabajo puede seguir siendo productivo y creativo incluso si no todo el mundo está visiblemente optimista todo el tiempo. Lo que importa es crear un entorno en el que el optimismo pueda prosperar de forma natural sin forzarlo.
Evitando el optimismo tóxico
Aunque la felicidad genuina es genial, fingirla no brinda los mismos beneficios. Nadie es feliz todo el tiempo y no es realista esperar una alegría constante. Así como el estrés excesivo limita nuestra creatividad, la felicidad fingida puede reducir el enfoque de una persona en lugar de ampliar su perspectiva. A menudo se la conoce como optimismo tóxico.
El optimismo tóxico es la presión para mantenerse optimista y animado pase lo que pase, hasta el punto en que se vuelve performativa. En lugar de dar lugar a emociones reales como el estrés o la frustración, alienta a las personas a poner una fachada, lo que dificulta tener conversaciones honestas o enfrentar desafíos reales.
La positividad constante e ininterrumpida no solo es agotadora, sino que es poco realista. Cierra las conversaciones honestas sobre el estrés, la ansiedad y los desafíos muy reales que enfrentamos.
Con el tiempo, un enfoque implacable e inflexible de “solo buenas vibras” puede crear una cultura en la que se ignoran los problemas, las personas se sienten aisladas y los pensamientos y temores reales de las personas se pudren bajo la superficie. Ignorar los problemas reales rara vez es una estrategia productiva a largo plazo.
El papel adaptativo del estrés
Algunas personas son simplemente más sensibles al estrés. Esto es un hecho bioquímico y también una observación social. Las personas con un menor grado de adaptación (mayor neuroticismo) lo sienten más intensamente, notan pequeñas tensiones y son más rápidas en detectar posibles conflictos o desafíos. Puede que se preocupen un poco más, pero esta hiperconciencia de los problemas potenciales puede ser útil cuando son capaces de identificarlos y resolverlos.
Estos empleados suelen captar las primeras señales de advertencia que los optimistas crónicos podrían pasar por alto. Mientras que los compañeros de trabajo optimistas pueden restar importancia a un plazo incumplido o una interacción incómoda con un cliente, el colega más reactivo emocionalmente ya se está preparando para los próximos pasos, por si acaso.
Esto nos ayuda a entender el valor de la ansiedad. Un poco de preocupación no es sólo normal; es evolutivamente adaptativa. El estrés, con moderación, agudiza nuestro enfoque y nos ayuda a anticipar y prepararnos para los peligros potenciales. No siempre podemos flotar por la vida y pretender que los problemas no existen: evolucionamos para preocuparnos, planificar y adaptarnos. Esto hace que un poco de neuroticismo sea una fortaleza en el trabajo, siempre y cuando estemos en entornos que nos permitan concentrarnos en resolver los problemas dentro de nuestro rol.
Logrando el balance correcto
Las personas propensas a la ansiedad suelen sentir las exigencias laborales con mayor intensidad. Cuando la mente está programada para anticipar los problemas, el estrés puede afectar más, especialmente en puestos que conllevan una presión constante, como la toma de decisiones de alto riesgo o el trabajo emocional. Si bien un poco de ansiedad puede agudizar la concentración, demasiada puede abrumar incluso a la persona más capaz. Y cuando se espera que uno maneje múltiples exigencias a la vez, es fácil que se exija demasiado.
Aquí es donde entra en juego el equilibrio. El modelo de demandas y recursos laborales explica el estrés en el trabajo. Las demandas laborales como la carga de trabajo, los plazos o la tensión emocional requieren un esfuerzo sostenido y tienen un costo. Las personas que son naturalmente más propensas a la ansiedad sentirán estas demandas con mayor intensidad, por lo que necesitan recursos más fuertes para mantenerse funcionales. Eso puede significar definiciones claras de roles, más autonomía, más apoyo o más tiempo para trabajar de forma independiente. Sin suficientes recursos, el peso de estas demandas puede provocar agotamiento y una disminución de la productividad.
En puestos en los que el trabajo es preocuparse, como la seguridad, la gestión de riesgos o la respuesta a las crisis, es fundamental equilibrar las demandas laborales y los recursos. No se puede esperar que alguien anticipe todos los problemas mientras hace malabarismos con tareas no relacionadas. Las personas solo pueden preocuparse por un cierto número de cosas a la vez, por lo que es esencial concentrar su energía en lo que está bajo su control y es relevante para su función.
Aquí es donde entra en juego el propio estrés. Saber cómo encaja en tu trabajo te ayudará a dirigirlo hacia lo que realmente importa. Hay un valor real en resolver problemas que otros ni siquiera ven y, aunque a menudo pasa desapercibido que las cosas sigan funcionando sin problemas, su valor es inmenso.
A version of this article originally appeared in English.