Soledad
Nueva evidencia de que estamos hechos para conectar
Conectar con otros es más que algo que deseamos.
19 de marzo de 2025 Revisado por Gary Drevitch
Los puntos clave
- Similar a nuestra necesidad básica de hambre y agua, la conexión social es esencial para sobrevivir.
- Un estudio descubrió neuronas especializadas en el hipotálamo que impulsan el deseo de interacción social.
- Cuando nos conectamos físicamente con los demás, el sistema de recompensas del cerebro se activa.
- La interacción social alivia la soledad, al igual que comer reduce el hambre.
Un equipo en Harvard que estudiaba el comportamiento social de los ratones descubrió que el cerebro trata el aislamiento y la soledad de la misma manera que procesa el hambre o la sed. Dentro del hipotálamo, el centro del cerebro para todas nuestras necesidades básicas, dos grupos de neuronas influyen en cómo respondemos durante el aislamiento frente a las interacciones sociales. Conectarse con otros, diez, es más que algo que desear; es esencial para nuestro bienestar mental y físico.
El costo de la soledad
La soledad es mucho más que una carga emocional. El aislamiento prolongado y la sensación de soledad pueden contribuir a un mayor riesgo de depresión, ansiedad, enfermedades cardíacas e incluso muerte prematura. La soledad y el aislamiento, aunque relacionados, no son lo mismo. El aislamiento es una consecuencia de estar físicamente separados de los demás, lo que conduce a menos relaciones sociales e interacciones sociales menos frecuentes. La soledad, por otro lado, es la sensación de estar desconectado incluso cuando está rodeado de otros. En la edad de oro de las redes sociales, millones todavía anhelan interacciones más profundas y significativas.
La conexión social se refiere no solo a estar cerca de los demás, sino también a sentirse emocionalmente conectado, cuidado y valorado. Las interacciones positivas con los demás refuerzan el sistema de recompensas del cerebro. Cuando compartimos una risa con un amigo o intercambiamos una sonrisa con un compañero de trabajo, el cerebro libera “químicos para sentirse bien”. La serotonina ilumina nuestro estado de ánimo, la oxitocina fomenta sentimientos de cercanía emocional y la dopamina refuerza la idea de que conectarse con los demás se siente bien.
La soledad y el aislamiento pueden ser consecuencias y síntomas de varios trastornos de salud mental. Después de estar aislado, incluso por un período corto, el cerebro reacciona de maneras que pueden afectar nuestro estado de ánimo y mental. La estimulación reducida de las interacciones sociales conduce a caídas en “químicos para sentirse bien” y un aumento en la liberación de cortisol, una hormona asociada con el estrés. Con el tiempo, los altos niveles de cortisol hacen que las personas sean más sensibles a las emociones negativas que interfieren con nuestra motivación intrínseca para la interacción social. Cuanto más tiempo nos aislamos, más anhela nuestro cerebro la conexión.
En el nuevo estudio, dirigido por Ding Liu, el equipo de investigación observó cómo seis familias de ratones respondieron a breves períodos de aislamiento. Estas hermanas adultas, criadas inicialmente juntas, estuvieron separadas durante al menos cinco días. Una vez que se les permitió reunirse, interactuaron ansiosamente entre sí. El equipo descubrió que cuanto más tiempo pasaban los ratones aislados, más tiempo pasaban interactuando entre sí al reunirse. Sin embargo, los ratones que pasaron más de 4 semanas aislados parecen comenzar a evitar a los demás casi como si se hubieran acostumbrado a estar solos. Esto llevó a los investigadores a preguntarse: ¿Qué pasaría si el deseo de interacción social no fuera impulsado por querer sentirse bien sino por evitar sentirse mal?
¿Qué impulsa la necesidad de conexión social?
Nuestras necesidades más básicas de comida y agua a menudo están impulsadas por un profundo deseo de evitar sentirnos incómodos. Cuando tienes hambre, tu cuerpo señala malestar a través de dolores de estómago o irritabilidad para empujarte a buscar comida. Cuando tienes sed, la boca seca y la deshidratación te incitan a tomar un trago de agua. El mismo principio se aplica a la conexión social. Nuestro cerebro está conectado para desear la interacción, no solo porque se siente bien, sino porque sentirse aislado o solo es incómodo.
Ubicado en la base del cerebro, el hipotálamo hace las veces de central cerebral para regular nuestras necesidades básicas, ayudando a mantener el equilibrio en nuestro organismo. Además del hambre y la sed, el hipotálamo también se activa cuando cambia la temperatura corporal o cuando tu cuerpo necesita dormir. Controla la liberación de varias hormonas que comunican lo que el cuerpo necesita e influyen en cómo respondemos. Al mediar en la liberación de oxitocina y cortisol, el hipotálamo tiene un control considerable sobre cómo interactuamos con los demás.
Según este nuevo estudio, dos grupos distintos de neuronas en el hipotálamo regulan el comportamiento social. El equipo utilizó una técnica llamada imagen de calcio, que te permite observar cómo funcionan las neuronas en tiempo real. A medida que los ratones interactuaban libremente con su entorno durante los períodos de aislamiento y reunión, un microscopio en miniatura y un tinte fluorescente rastrearon los cambios en la actividad cerebral. Lo que encontraron fue que las neuronas especializadas en el hipotálamo se activan durante el aislamiento social, pero rápidamente dejan de disparar una vez que los animales pueden interactuar nuevamente. Otro grupo de neuronas hipotalámicas parece activarse solo durante la reunión y no el aislamiento.
Estos dos grupos de neuronas parecen codificar diferentes estados de comportamiento social, uno que representa la necesidad urgente del cerebro de buscar conexión cuando está aislado, y la otra activando la respuesta del cerebro para satisfacer esa necesidad durante la interacción social. El equipo descubrió que el contacto físico activa las neuronas de “saciedad social”. Un ratón que interactúa con otro impulsa a estas neuronas especializadas a liberar dopamina e inhibir la actividad de las neuronas que buscan conexiones. De manera similar a cómo comer reduce el hambre, la interacción social reduce la soledad.
Conclusión
Aunque las redes sociales han permitido que el mundo se conecte como nunca antes, muchos de nosotros todavía nos sentimos desconectados. Esta paradoja plantea la pregunta: ¿Qué significa realmente sentirse conectado? Este estudio revela que la interacción física puede ser la clave para restaurar la conexión social. Más allá de una pantalla, las experiencias pequeñas y tangibles, como un abrazo o un apretón de manos, involucran el sistema de recompensas del cerebro y puede ofrecer una sensación más profunda de satisfacción que la comunicación digital por sí sola no puede proporcionar. La conexión social es tan esencial para la supervivencia como la comida, el agua y el refugio, y deberíamos comenzar a priorizarla como tal.
A version of this article originally appeared in English.