Liderazgo
Las raíces de las recientes tendencias al autoritarismo
El miedo, la cultura y la crisis impulsan el ascenso de líderes autoritarios a nivel mundial.
2 de octubre de 2024 Revisado por Tyler Woods
Los puntos clave
- Según los datos de la Encuesta Mundial de Valores, el apoyo global a los líderes autoritarios está aumentando.
- Las crisis económicas y la inestabilidad alimentan el deseo público de un liderazgo fuerte y autoritario.
- Factores como geografía, proporción de sexos y agricultura afectan al autoritarismo en las sociedades.
En nuestro planeta sopla un viento autoritario, como lo demuestran no solo los acontecimientos políticos recientes, sino también las investigaciones, como los datos de la Encuesta Mundial de Valores (WVS, por sus siglas en inglés). Este proyecto de investigación internacional, que lleva más de 40 años encuestando a ciudadanos de casi 100 países sobre sus valores y opiniones sobre política, religión y familia, muestra que en muchos países el apoyo a los líderes autoritarios crece. Por ejemplo, el 40 por ciento de los rumanos apoya la idea de un líder fuerte que no tenga en cuenta al parlamento ni las elecciones, mientras que solo el 6 por ciento de los ciudadanos holandeses está de acuerdo con esto. En Tailandia, donde hace diez años se produjo un golpe militar, la mitad de la población apoya este tipo de liderazgo. En Argentina, donde el presidente Alberto Fernández lucha contra una profunda crisis económica, el apoyo a los líderes fuertes ha aumentado un 35 por ciento. En Serbia, donde el presidente Aleksandar Vučić a menudo se enfrenta a críticas por sus tendencias autoritarias, se observa un aumento similar. En China, donde el presidente Xi Jinping ha ampliado significativamente su poder desde 2013, el apoyo a un régimen autoritario se ha triplicado desde finales del siglo pasado. En mi propio país, los Países Bajos, las recientes elecciones llevaron al gobierno al partido político unipersonal del líder populista Geert Wilders.
Incluso en Estados Unidos, otrora considerado un faro de la democracia, vemos esta tendencia. La presidencia de Donald Trump, de 2016 a 2020, fue una expresión clara de este cambio. Entre los estadounidenses, alimentados por los temores a la desigualdad económica, la inmigración y la globalización, el apoyo al liderazgo autoritario se duplicó durante este período.
Recientemente, hablé en una conferencia en Hungría, organizada por el Foro de Budapest, sobre la creciente popularidad del liderazgo autoritario entre los votantes tanto liberales como conservadores. Los científicos sociales y los psicólogos ofrecen diferentes explicaciones para esta tendencia. Los científicos sociales destacan el papel de los medios de comunicación, que a menudo contribuyen a construir un culto a la personalidad en torno a los líderes autoritarios. Los medios también suelen ser silenciados en los regímenes autoritarios. En Turquía, por ejemplo, el presidente Recep Tayyip Erdoğan ha logrado en gran medida el control de los medios de comunicación, mientras que en Rusia, Vladimir Putin también ha silenciado eficazmente todas las voces críticas en los medios.
Los psicólogos señalan el papel del miedo, la incertidumbre y la pérdida de control: en tiempos de crisis, como recesiones económicas o altos grados de desigualdad social, las personas buscan estabilidad y orden, que creen encontrar en líderes fuertes que toman medidas drásticas, incluso a expensas de los procesos democráticos.
Pero, ¿cuáles son las causas más profundas de esta necesidad de un líder fuerte? Cada vez se presta más atención a la influencia de factores ecológicos, como el clima y la geografía. El periodista Tim Marshall, en su exitoso libro Prisoners of Geography, analiza las diferencias políticas desde una perspectiva ecológica y sugiere que la tendencia de Rusia hacia un liderazgo autoritario puede explicarse en parte por la amenaza geográfica de Occidente, donde los ejércitos pueden cruzar fácilmente las llanuras abiertas hacia Moscú.
Turquía, donde los terremotos son una amenaza constante, tiene una sociedad en la que se considera necesario contar con líderes fuertes como Erdoğan para actuar con rapidez y eficacia en tiempos de destrucción. Nuestra propia investigación muestra que otros factores ecológicos, como la proporción de sexos, la densidad de población y el suministro de alimentos también tienen un impacto. Por ejemplo, en sociedades con una proporción de sexos con sesgo masculino, hay una mayor preferencia por un líder dominante porque la gente está preocupada por su seguridad física cuando hay demasiados hombres alrededor.
Otras investigaciones concluyen que los ciudadanos de países con una historia de agricultura intensiva tienen un mayor deseo de autoritarismo porque las tierras agrícolas deben ser vigiladas, irrigadas y la cosecha almacenada y redistribuida, lo que requiere jerarquía y supervisión. En países con una fuerte tradición pesquera, como Escandinavia, vemos lo contrario. A diferencia de los agricultores, los pescadores no dependen de las autoridades y están menos preocupados por el largo plazo, ya que su producto debe consumirse de inmediato. Esto conduce a relaciones más igualitarias y valores democráticos.
Incluso dentro de un mismo país, las diferencias en el suministro de alimentos pueden dar lugar a características culturales y psicológicas divergentes. En China, por ejemplo, los productores de arroz tienen una mayor inclinación democrática debido a la cooperación necesaria para mantener los campos de arroz, mientras que los productores de cereales son más sensibles a la autoridad.
A la luz de la tendencia mundial hacia el liderazgo autoritario, es importante no subestimar el impacto en los Estados Unidos. Esta elección no es sólo una batalla política, sino una elección fundamental sobre el futuro de los valores democráticos. El que Estados Unidos siga el camino de países como Rusia, Turquía y China, o resista el atractivo de los líderes autoritarios, depende de cuán profundos sean realmente los temores e inseguridades del pueblo estadounidense.
Lo que demuestra la investigación de la WVS es que los beneficios de un sistema democrático no son tan evidentes como se creía. La predicción de Francis Fukuyama de que la democracia es el punto final de la historia humana no se ha hecho realidad. El ascenso del liderazgo autoritario en todo el mundo nos obliga a reconsiderar la fuerza y la resiliencia de las sociedades democráticas, no sólo en países lejanos, sino también más cerca de casa. Una cuestión importante en nuestra nueva investigación es cómo se transmiten y cambian los ideales culturales del liderazgo autoritario. Por ejemplo, cuando observamos a los inmigrantes que llegan a Europa occidental desde Marruecos o Turquía o a los refugiados de Siria o Ucrania (países donde la preferencia por el liderazgo autoritario es mucho más fuerte), es interesante ver si traen esta preferencia consigo a su nuevo país o se adaptan al nuevo entorno más democrático. Si estos ideales profundamente arraigados del liderazgo autoritario no cambian con la suficiente rapidez, podemos enfrentarnos a una sociedad en la que los valores democráticos estén cada vez más bajo presión. Depende de nosotros permanecer vigilantes y trabajar activamente para preservar la libertad y la igualdad que damos por sentadas.
A version of this article originally appeared in English.