
Sexo
El sexo es asqueroso, pero hay una razón por la que lo seguimos teniendo.
Cómo estar excitados puede evitar que nos sintamos asqueados.
30 de abril de 2020 Revisado por Ekua Hagan

Inherentemente, el sexo es bastante desagradable: hay fluidos corporales por todos lados, olores extraños y ruidos todavía más extraños, pero, de todas formas, la mayor parte de la gente lo disfruta.
Este intercambio entre el deseo de reproducirse y querer evitar secreciones corporales presenta un reto interesante para la evolución y ha resultado en una compleja relación entre estar excitados y asqueados.
Para entender la relación entre el sexo y el asco, primero necesitamos entender qué es el asco y lo que hace. Desde hace ya mucho tiempo el asco ha sido considerado una emoción universal (Darwin, 1872/1965; Plutchik, 1962; Tomkins & McCarter, 1964), y las expresiones faciales relacionadas con el asco (con la nariz torcida, poniendo distancia y con los ojos cerrados para evitar el estímulo ofensivo) se reconocen en todo el mundo (Ekman & Friesen, 1975).
Con base en la consistencia de las expresiones faciales de la emoción, las teorías más tempranas del uso del asco se relacionaban con el rechazo oral a sustancias nocivas (Ekman & Friesen, 1975; Rozin & Fallon, 1987; Tomkins, 1962). De la misma manera, el asco se asocia con las náuseas y el vómito. Todo esto tiene sentido de manera intuitiva, pero parece olvidarse de una importante pieza del rompecabezas. Las sustancias tóxicas y de mal sabor pueden provocar reacciones de asco, pero normalmente experimentamos el asco como reacción a transgresiones sexuales y comportamientos inmorales, así como a experiencias táctiles como entrar en contacto con caca de perro.
Algunos enfoques contemporáneos con respecto al asco y muchas otras emociones, emplean una perspectiva evolutiva (Cosmides & Tooby, 2000; Keltner, Haidt, & Shiota, 2006; Ohman & Mineka, 2001; Pinker, 1998). Esto proviene del hecho de que nuestras emociones son motivadores poderosos del comportamiento, lo que probablemente evolucionó como respuesta a problemas específicos y generalizados de adaptación en el ambiente de nuestros ancestros. Con base en este enfoque, se considera que el asco tiene varios dominios particulares incluyendo componentes sexuales y patógenos.
Grandes cantidades de investigaciones académicas reconocen el asco patógeno como un motivador efectivo para evitar fuentes potenciales de infección. El asco patógeno probablemente evolucionó como resultado de la tremenda presión que ejercían las enfermedades en la supervivencia, y, efectivamente, la reproducción. Los microbios infecciosos han sido una fuente constante de peligro para los homínidos, y sigue siéndolo hasta nuestros días, especialmente para los países en desarrollo.
Así, el asco patógeno funciona como un sistema inmune de comportamiento, motivando a los organismos a evitar el contacto con vectores potenciales de enfermedad que requerirían una respuesta inmune fisiológica. Mientras que el coito es necesario (y divertido), también tiene un enorme riesgo de exposición a patógenos potenciales, incluyendo algunos bichos particularmente repugnantes, además de la usual gama de infecciones que se transfieren de persona a persona. La tentación de tener sexo con parejas de riesgo puede disminuirse mediante el asco, y en este contexto, el asco patógeno y sexual funcionan de manera similar.

Sin embargo, el asco sexual es único en cuanto a que también nos disuade de acostarnos con gente que no está enferma de ninguna manera. Digamos, nuestros parientes cercanos. La endogamia aumenta la probabilidad de enfermedades recesivas dañinas, una desventaja obvia para cualquier organismo. El simple pensamiento de tener coito con un padre o hermano es bastante angustiante y probablemente es el resultado de nuestra capacidad evolucionada de sentir asco sexual para evitar este comportamiento.
Según Tybur, Lieberman y Griskevicius (2009), el asco sexual también podría haber evolucionado para motivarnos a evitar otros comportamientos sexuales costosos, como invertir tiempo, esfuerzo y recursos en la adquisición de malas parejas (es decir, quienes tienen malos genes, una tendencia a alejarse o la incapacidad de proveer). A su vez, a más bajo es el asco sexual de un individuo, más probabilidades tiene de participar en relaciones sexuales a corto plazo (Al-Shawaf, Lewis, & Buss, 2014; Tybur, Inbar, Güler, & Molho, 2015).
Dado que el costo de tener una mala pareja es más alto para las mujeres debido a las considerables demandas de la gestación y de criar a un hijo (algo que los machos pueden saltarse por completo), las mujeres tienden a tener niveles considerablemente más altos de asco sexual (Tybur, Bryan, Lieberman, Caldwell Hooper y Merriman, 2011) y son más cuidadosas en la selección de parejas (ver Trivers, 1974).
Parecería que deberíamos sentirnos constantemente asqueados ante el riesgo de contraer terribles enfermedades, o peor, bebés horribles. Entonces, ¿por qué no experimentamos asco con algunas personas y cómo es que somos capaces de tener sexo con ellos?
Existen todo tipo de cosas que causan la atracción hacia alguien, pero la atracción física probablemente está relacionada con la salud. Cosas como el rostro, forma del cuerpo y simetría han demostrado relacionarse con varias medidas de resistencia a la enfermedad (Grammer, Fink, Møller y Thornhill, 2003; Singh, 1993; Thornhill y Gangestad, 1993, 2006). Una vez que encontramos a alguien que nos gusta mucho, nuestro cuerpo decide que el riesgo de enfermedad vale la pena y que es buena idea intentar hacer un bebé con esa persona (Koukounas y McCabe, 1997; Vonderheide y Mosher, 1988).

Para investigar esta hipótesis, los investigadores de la Universidad de Groningen le pidieron a mujeres participantes que vieran algunos videos sexuales e hicieran cosas asquerosas como tomar una taza con un insecto en ella. Otro grupo de participantes vio videos de deportes extremos y un tercero tuvo mala suerte y se quedó viendo una película aburrida sobre un tren (Borg y de Jong, 2012).
Las mujeres que vieron los videos eróticos calificaron los estímulos sexuales como menos asquerosos y tuvieron mayor desempeño en las tareas de comportamiento asqueroso. La excitación sexual resultó en la regulación del asco en preparación para el coito. Esto podría indicar un origen compartido del asco patógeno y el asco sexual que posteriormente se refinaron por presiones selectivas únicas.
Este estudio también confirma que el asco y la excitación son experiencias fisiológicas y psicológicas antitéticas y que cuando se trata de elegir entre ambas, aparentemente favorecemos el sexo. Después de todo, la supervivencia es insignificante para la evolución si evita la reproducción. Y, ¿quién podría culparnos cuando el sexo ha evolucionado para ser sumamente divertido?
Imagen de Facebook: Jacob Lund/Shutterstock
A version of this article originally appeared in Inglés.