Skip to main content

Verificado por Psychology Today

Perspectivas Personales

El corazón del odio

Una reflexión sobre el odio y por qué abordarlo es tan difícil.

Los puntos clave

  • Apoyar a quienes se ven afectados por el odio es más fácil que abordar sus orígenes.
  • Para abordar el odio, necesitamos comprender cómo lo usan las personas para protegerse.
Benedek Alpar/Shutterstock
Fuente: Benedek Alpar/Shutterstock

El odio y el miedo nos ciegan. Ya no nos vemos. Solo vemos los rostros de monstruos, y eso nos da el coraje para destruirnos mutuamente. —Thich Nhat Hanh

Como psicólogo de primera respuesta, he estado presente para abordar las consecuencias de varios incidentes de alto perfil en los que el poder destructivo del odio jugó un papel importante, incluyendo tiroteos masivos, la manifestación de la extrema derecha en Charlottesville, Virginia, y la insurrección del 6 de enero en el Capitolio de los Estados Unidos. En estos, como en otros casos, he descubierto que comprender y abordar las respuestas emocionales de las personas afectadas es mucho más fácil de comprender que el odio que las impulsó.

El campo de la psicología cuenta con numerosas teorías para explicar el génesis del odio y sus manifestaciones, que van desde el modelo de condicionamiento social hasta el fallo de las redes neuronales. Si bien cada explicación ofrece su propia perspectiva sobre la psicodinámica del odio, todas comparten algo: ninguna alivia las devastadoras heridas infligidas a nuestro sentido básico de humanidad. Incluso el aparente mantra espiritual de “odiar al pecado, no al pecador” no logra brindar una verdadera comprensión tras haber sido violado el sentido básico de la decencia.

La necesidad compulsiva de dirigir esta energía negativa hacia un objetivo es lo que da origen a los enemigos, a los demás y a ellos mismos. Aquí reside el peligro y la tristeza, ya que, como escribió el psicólogo Aaron T. Beck, “la imagen reflexiva del Enemigo crea un odio destructivo entre individuos y entre grupos. Aunque estos individuos o grupos puedan sentirse liberados de las restricciones para atacar al supuesto adversario, en realidad han renunciado a su libertad de elección, han renunciado a su racionalidad y ahora son prisioneros de un mecanismo de pensamiento primario”. Es difícil imaginar un mejor resumen del estado actual en el que nos encontramos.

Como señala Beck, el desafío de abordar el odio radica en que, bajo su influencia, no estamos en nuestro estado racional, lo que irónicamente nos lleva a creer que tenemos razón. El poder de este “mecanismo de pensamiento primario” reside en que su esencia es el miedo, lo que desencadena una respuesta de lucha o huida, donde la lucha ocupa un lugar central.

La filosofía, la espiritualidad y la psicología, si bien parecen coincidir en los orígenes del odio y su poder destructivo, luchan por ofrecer un antídoto. Desde el punto de vista de la psicoterapia, quienes acuden a terapia suelen ser víctimas de la vara punzante de otra persona. En 40 años de práctica, nunca he conocido a nadie que acuda a mí con la principal preocupación de estar lleno de odio. Sin embargo, la ira, la agresión y los pensamientos dañinos hacia los demás no son infrecuentes. Este punto ciego, creado a través de mecanismos conscientes o inconscientes, dificulta los intentos de abordar el problema. Además, los fundamentos morales que a menudo acompañan al odio hacen que incluso abordar su existencia sea una pendiente resbaladiza: la ira justificada rara vez es susceptible de intervención terapéutica.

La pregunta sigue siendo: ¿Por qué es tan fácil acceder a un veneno así y consumirlo, y cómo podemos reducirlo?

Las artes curativas, la psicología y sus derivaciones psicoterapéuticas, apuntan al meollo del asunto. El odio se percibe como una interpretación errónea de las intenciones de los demás y una necesidad de control o poder. Dado que los factores que originan y refuerzan esta idea errónea son variados y pueden tener profundas raíces generacionales, el esfuerzo no es tarea fácil. Además, dado que renunciar a su poder protector puede generar sentimientos de vulnerabilidad, impotencia e inseguridad, hay que ofrecer algo en su lugar; de ahí el viejo adagio psicológico de “no le quites a alguien su mecanismo de defensa a menos que tengas algo con qué reemplazarlo”.

Los actualmente difamados programas de inclusión intentan reducir el desprecio hacia los demás aumentando la exposición a quienes no son como “nosotros”. Dado que el odio tiene una cualidad fóbica (un miedo extremo e irracional) y que la terapia de exposición sigue siendo una de las mejores modalidades para superar las fobias, este enfoque tiene sentido y evita la actitud defensiva refleja que se produce cuando se etiqueta a las personas como odiadoras. Este modelo convierte la idea de Chaucer de que “la familiaridad genera desprecio” en “la proximidad genera empatía”.

Tanto los programas de inclusión como la historia nos enseñan que el simple hecho de poner a las personas en contacto cercano no siempre conduce a una mayor comprensión y compasión. Quizás lo que se necesita es otro mecanismo psicológico de eficacia comprobada que ha sido una herramienta esencial para cualquiera que haya criado hijos: el modelado. Lo que se necesita no es solo que los líderes den un paso al frente tras el último crimen de odio y llamen a la fuerza y ​​la unidad, sino que promuevan y muestren la decencia y la amabilidad comunes como su filosofía fundamental: “predicar con el ejemplo”.

Llegar al meollo del asunto tiene menos que ver con exhortaciones contra la violencia y exhortaciones a cuidarnos mutuamente, y más con enseñar que el odio nos aprisiona en una celda autoimpuesta de irracionalidad. Arrojar luz sobre el efecto paralizante en el portador y sus efectos corrosivos en quienes lo heredan puede marcar la diferencia hacia un momento en que profesionales como yo ya no tengan que brindar primeros auxilios psicológicos a las víctimas del odio.

A version of this article originally appeared in English.

publicidad
Acerca de
Mike Verano LPC, LMFT

Mike Verano, es un terapeuta acreditado en trauma, en consejería clínica, respuesta de primera línea, asistencia a empleados, en terapia familar y matrimonial; también es autor y conferencista.

Más de Mike Verano LPC, LMFT
Más de Psychology Today
Más de Mike Verano LPC, LMFT
Más de Psychology Today