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Verificado por Psychology Today

Depresión

Cuatro tipos de depresión y odio a uno mismo

Muchos depresivos ocultan al ser glorificado.

He hablado antes acerca de las ventajas que representa tratar el suicidio como un tipo de homicidio, en donde el asesino y la víctima ocupan el mismo cuerpo. Ahora quiero extender la metáfora al concepto de la depresión. Aunque creo que cada depresión es única, porque cada representación del ser defectuoso y cada representación del ser represivo es única, también creo que una consideración general del ser defectuoso y del ser opresor puede ayudar a aclarar lo que está pasando.

En especial, espero iluminar un poco la manera en la que la depresión afecta la interpretación de las reacciones de otras personas de una manera que mantiene la depresión.

Consideremos cuatro categorías amplias de la depresión, siguiendo de alguna manera el enfoque de Edith Jacobson. En cada caso, el ser es despreciado por una u otra razón que varía de persona a persona y que usualmente o siempre responde a un perfeccionismo oculto. Por ejemplo, puede que alguien se odie a sí mismo por no ser lo suficientemente inteligente, atractivo, libre, caritativo o especial. Las categorías actuales tienen que ver con el locus experimentado del conflicto entre el ser odiado y el ser que odia.

En la depresión neurótica, el conflicto se experimenta de manera interna. Nos vemos al espejo y pensamos que somos flojos, gordos, llenos de barros o que nos estamos quedando calvos. Decimos algo equivocado en clase y pensamos en lo estúpidos que somos. Vamos por la vida como si fuéramos una niñera de mal temperamento con un bebé feo y molesto. Nuestros lentes depresivos para interpretar las reacciones de otras personas, nos hacen desear que estén de acuerdo con nosotros en que este bebé es una carga intolerable.

Cuando otros nos tratan bien, lo resentimos, como una niñera que ve a un bebé que usualmente está inconsolable, dormir tranquilamente en los brazos de alguien más. Si un terapeuta nos sugiere que nos tratemos mejor a nosotros mismosnos enfurece, porque implica que es nuestra culpa y no una reacción natural al pequeño malcriado con el que estamos forzados a convivir. Queremos que el terapeuta le de un sedante al bebé.

En la insensatez, el conflicto no se experimenta en absoluto. El mundo parece gris y sin esperanza en el mejor de los casos, y un pantano de males en el peor de los casos. Los antiguos reforzadores carecen de efectividad y ninguno nuevo puede tomar su lugar. El ser opresivo ha abandonado al ser real, al igual que la economía ha abandonado a los barrios bajos o la aristocracia a los pobres. El ser opresivo se observa solo en fantasías ocasionales de nobleza o triunfo, especialmente en fantasías en las que la nobleza sufre.

Justo como los barrios pobres no pueden entenderse sin considerar el abandono económico por una cultura más grande, la depresión insensata no puede entenderse sin considerar al ser opresor y glorificado que está actuando fuera de la consciencia.

Un importante recuerdo de la infancia que yo tengo es el de ver a un hombre sin hogar hurgando en la basura, buscando comida en el invierno de Nueva York mientras que yo me comía una salchicha en un restaurante. Le señalé a mi mamá que el restaurante proporcionaba repollo, pepinillos y demás de manera gratuita. Mi mamá dijo que el hombre sin hogar vivía en un mundo distinto al nuestro y que los condimentos gratuitos no existían en su mundo. Le pregunté a mi mamá si eso pasaba porque estaba en Nueva York.

Me parecía que la gente sin hogar en el sur usualmente estaban más cómodos durante el invierno. Los depresivos insensatos reaccionan a los otros como reacciona la gente pobre a un consejo. Si un terapeuta sugiere que enfrenten al ser glorificado, se ven como nos vería la gente Washington si alguien les sugiriera ir a hablar con el presidente. Si un terapeuta sugiere esfuerzo, actúan como si los estuvieran culpando por su predicamento. Si un terapeuta expresa curiosidad, lo resienten de la misma manera en la que la gente pobre reciente a los antropólogos. Quieren medicamentos que los animen para divertirse u opiáceos para relajarse, no ideas.

En el narcisismo, el conflicto tampoco se experimenta, pero aquí, es el ser odiado el que está fuera de la consciencia. La vida es como una fiesta en Hollywood que ignora a la gente sin hogar que observa la alfombra roja. Asumo que las fiestas de Hollywood son un crisol de decepciones vergonzosas, en las que uno se siente como basura por no haber ganado un Oscar recientemente o por solo haber ganado 10 millones en la última película, pero la evasión de la gente sin hogar bien vale la pena los golpes al autoestima.

Cuando otros señalan el vacío en esa vida, los narcisistas lo resienten de la misma manera en la que lo hacen los ricos cuando se les dice que no podrían haber ganado ese dinero sin abusar de los pobres. Evitan la conversación sobre los aspectos menos afortunados del ser, personificando al ser glorificado hasta el punto que les sea posible.

En la desesperación, el conflicto es externo. Se sienten podridos y están conscientes de que otros los detestan. En el extremo, escuchan voces que les dicen que no valen la pena, pero sin necesidad de llegar a eso, constantemente están luchando contra las expectativas injustas de los demás. Atacan sus cercas y demandan consideraciones especiales.

Se sienten miserables y saben que es culpa de alguien más, pero no tienen ni idea de quién es quien los oprime. Los terapeutas los enfurecen porque hablan de resolución de conflictos cuando creen que lo que necesitan es una revolución. Cuando los terapeutas les sugieren modular la ira que está arruinando sus vidas, solo escuchan a un aristócrata diciéndole al pobre que sea paciente.

Mi punto general aquí es enfatizar cómo la psicología del problema, en este caso la depresión, también suele ser la psicología de reaccionar a soluciones. Quienes se culpan a sí mismos insisten en aceptar totalmente y experimentar cualquier esfuerzo por cambiarlos como un tipo de culpa. La gente que se siente aliviada cuando les dicen que la depresión no es su culpa, que es una enfermedad o una función química, experimentan cualquier esfuerzo por ayudarles a cambiar, como expectativas poco realistas.

Los narcisistas experimentan la empatía hacia el ser real como una afrenta a su gloria, y la gente perdida en la insensatez encuentra cualquier suspiro de esperanza sumamente intolerable (como la gente que aprende a odiar el clima favorable del lugar en el que viven al visitar mejores climas).

Es característico de todos los tipos de depresión ser una criatura demasiado física y no lo suficientemente espiritual o psicológica, así que prefieren visualizaciones físicas del problema, y les atrae más la química que la psicología como fuente de tratamiento. Pero las soluciones químicas mantienen el marco depresivo, mientras que las soluciones filosóficas lo desafían.

A version of this article originally appeared in Inglés.

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Acerca de
Michael Karson Ph.D., J.D.

Dr. Michael Karson, es profesor de psicología en la Universidad de Denver.

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